Thursday, November 27, 2014

Importancia de que la evaluación sea auténtica.


Algunos de los miembros de GRILEs tras la defensa de la tesis

El martes de esta semana, 25 de noviembre de 2014, asistí en la Universidad de Vigo a la defensa de la tesis doctoral de Paula Reyes Alvárez Bernárdez de título “la formación del profesorado de ELE en evaluación auténtica de competencias” dirigida por Concha Báez de la U. de Vigo y Carles Monereo de la UAB.
Un par de meses antes, al inicio de mi estancia de investigación actual en la Universidad de Vigo a cuyo grupo de investigación Griles pertenezco, tuve la ocasión de leer y revisar la última versión de la tesis justo antes de su depósito. A Paula, que también pertenece a Griles, la conocía por este artículo en el blog de educación de El País

Este artículo me había impresionado muy gratamente por lo que defiende de aprendizaje basado en la acción, enfoque que cada día comparto más, y porque usaba de una forma muy similar a la mía dos de las cuatro formas verbales del verbo querer que siempre introduzco el primer día de mis clases de gramática contrastiva para estudiantes estadounidenses. Las cuatro formas son:
Quiero, quería, querría y quisiera. 
Primero intento que sea el propio alumnado el que me diga qué diferentes efectos producen esas formas usadas en el presente para pedir algo y en qué tipo de contexto y con qué interlocutores son apropiadas. Luego, tras practicar simulaciones en clase para que les sirvan como modelo, les pido que hagan una pequeña investigación fuera del aula, que las usen en contextos reales de la vida cotidiana y que experimenten qué tipo de reacción obtienen de los hablantes nativos de español según la forma que usen. Les pido que hagan experimentos y las usen de forma innovadora incluso en situaciones no totalmente apropiadas para que vivan la respuesta que reciben de sus interlocutores. 
Cada vez estoy más convencido de que por medio de la acción y de un aprendizaje vivencial es como podemos conseguir que la mayoría de nuestro alumnado aprenda más, y por ello ando empeñado en transformar todas mis clases en clases participativas y en las que el alumnado sea lo más autónomo y responsable de su propio aprendizaje que sea posible. Por ello estoy embarcado desde hace dos cursos en una aventura de organizar toda mi docencia en torno a una metodología denominada en inglés “flipped learning” o clases al revés, como a mí me gusta llamarla en español. En esta comunidad de google plus de la que recibo apoyo podéis leer mis aventuras y desventuras con esta metodología.

Y aquí un vídeo de mi última presentación el 20 de noviembre en el I Seminario Iberoamericano de Innovación Docente de la UPO sobre cómo la puse en práctica el curso 2013 2014 en mi docencia de Lingüística de primero de Filología.

Mi caballo de batalla ha sido siempre la evaluación. Tengo que confesar que nunca me gustó evaluar tal como se nos requiere al profesorado en nuestro sistema educativo actual. Eso de tener que juzgar a una persona y tener que resumir todo su trabajo en un único número que los ordena y clasifiqua se me había antojado siempre como demasiado subjetivo y complejo como para poder ser hecho con las herramientas y en las circunstancias de masificación y sobrecarga de trabajo en las que normalmente se mueve el profesorado universitario. En definitiva, siempre había odiado tener que poner notas. No obstante, intentaba poner exámenes que fueran interesantes y en los que el alumnado pudiera aprender, pero mi actividad evaluadora no pasaba de ser una evaluación sumativa al final del curso, hecha a desgana y sin demasiada convicción sobre su utilidad o pertinencia.
Se me escapaba o no aprovechaba lo suficiente el papel educativo que una evaluación formativa puede llegar a alcanzar.  No he entendido hasta hace muy poco que la principal tarea del profesorado no es transmitir una serie de conocimientos sino poner las bases para que sea el propio alumnado el que construya el suyo, y que es en esta construcción del conocimiento donde el papel de la evaluación se convierte en esencial, ya que es en un entorno seguro en el que el alumnado pueda equivocarse y con la ayuda del profesorado y de los demás alumnos se le posibilite aprender de sus equivocaciomes cuantas veces sea necesario donde se produce el aprendizaje profundo y verdadero.
Todavía recuerdo con vergüenza que fue hace tan solo tres cursos cuando Carmen Portillo, una alumna del máster masele en el que imparto clases, me dijo que iba a hacer un trabajo de fin de máster sobre rúbricas de evaluación de la competencia escrita en ELE, y cuando al tener que preguntarle qué significaba la palabra rúbrica, fui consciente de lo poco que sabía y me había preocupado acerca de la evaluación. No me sirve de consuelo saber que en el máster en el que imparto clase, Masele, no hay todavía ninguna asignatura que tenga como centro la evaluación. 
En definitiva, que hasta hace muy poco era lo que Paula calificaría como profesor tradicional en su prueba sobre tipo de profesores según cómo evalúan que recomiendo tomar a todo docente, aunque solo sea para ser consciente de las posibilidades de evaluación que Paula ha considerado:
Una de las ideas centrales de la tesis de Paula es que para ser un buen docente de ELE hay que llevar a cabo un evaluación auténtica como la que describe en esta presentación pps del taller que presentó en los encuentros prácticos de ELE de Barcelona hace casi dos años y que desarrolla magistralmente en su tesis:
Solo a través de una evaluación auténtica será posible ser un excelente docente de ELE.
Podéis seguir a Paula en
una plataforma en la que le gusta difundir enlaces de interés que no son solo de ELE sino de educación, innovación, lenguas extranjeras, etc. En definitiva, recomiendo todo lo que hace Paula. Espero que aprendáis con ella y con su directora de tesis Concha Báez tanto como he aprendido yo.
Aquí tenéis una foto de los miembros del tribunal de la tesis de Paula en su función evaluadora del excelente trabajo de Paula: Peter Slagter, Graciela Vázquez y Ana Fernández Soneira