Thursday, December 11, 2014

Lectorados en el extranjero

De parte de vuestro compañero David quien me ha pedido que os anuncie una nueva convocatoria de lectorados en el extranjero:


El enlace es el siguiente : http://internacional.ugr.es/pages/movilidad/estudiantes/salientes/lectorados-1516/bolsatextoresolucion20152016/!

Thursday, November 27, 2014

Importancia de que la evaluación sea auténtica.


Algunos de los miembros de GRILEs tras la defensa de la tesis

El martes de esta semana, 25 de noviembre de 2014, asistí en la Universidad de Vigo a la defensa de la tesis doctoral de Paula Reyes Alvárez Bernárdez de título “la formación del profesorado de ELE en evaluación auténtica de competencias” dirigida por Concha Báez de la U. de Vigo y Carles Monereo de la UAB.
Un par de meses antes, al inicio de mi estancia de investigación actual en la Universidad de Vigo a cuyo grupo de investigación Griles pertenezco, tuve la ocasión de leer y revisar la última versión de la tesis justo antes de su depósito. A Paula, que también pertenece a Griles, la conocía por este artículo en el blog de educación de El País

Este artículo me había impresionado muy gratamente por lo que defiende de aprendizaje basado en la acción, enfoque que cada día comparto más, y porque usaba de una forma muy similar a la mía dos de las cuatro formas verbales del verbo querer que siempre introduzco el primer día de mis clases de gramática contrastiva para estudiantes estadounidenses. Las cuatro formas son:
Quiero, quería, querría y quisiera. 
Primero intento que sea el propio alumnado el que me diga qué diferentes efectos producen esas formas usadas en el presente para pedir algo y en qué tipo de contexto y con qué interlocutores son apropiadas. Luego, tras practicar simulaciones en clase para que les sirvan como modelo, les pido que hagan una pequeña investigación fuera del aula, que las usen en contextos reales de la vida cotidiana y que experimenten qué tipo de reacción obtienen de los hablantes nativos de español según la forma que usen. Les pido que hagan experimentos y las usen de forma innovadora incluso en situaciones no totalmente apropiadas para que vivan la respuesta que reciben de sus interlocutores. 
Cada vez estoy más convencido de que por medio de la acción y de un aprendizaje vivencial es como podemos conseguir que la mayoría de nuestro alumnado aprenda más, y por ello ando empeñado en transformar todas mis clases en clases participativas y en las que el alumnado sea lo más autónomo y responsable de su propio aprendizaje que sea posible. Por ello estoy embarcado desde hace dos cursos en una aventura de organizar toda mi docencia en torno a una metodología denominada en inglés “flipped learning” o clases al revés, como a mí me gusta llamarla en español. En esta comunidad de google plus de la que recibo apoyo podéis leer mis aventuras y desventuras con esta metodología.

Y aquí un vídeo de mi última presentación el 20 de noviembre en el I Seminario Iberoamericano de Innovación Docente de la UPO sobre cómo la puse en práctica el curso 2013 2014 en mi docencia de Lingüística de primero de Filología.

Mi caballo de batalla ha sido siempre la evaluación. Tengo que confesar que nunca me gustó evaluar tal como se nos requiere al profesorado en nuestro sistema educativo actual. Eso de tener que juzgar a una persona y tener que resumir todo su trabajo en un único número que los ordena y clasifiqua se me había antojado siempre como demasiado subjetivo y complejo como para poder ser hecho con las herramientas y en las circunstancias de masificación y sobrecarga de trabajo en las que normalmente se mueve el profesorado universitario. En definitiva, siempre había odiado tener que poner notas. No obstante, intentaba poner exámenes que fueran interesantes y en los que el alumnado pudiera aprender, pero mi actividad evaluadora no pasaba de ser una evaluación sumativa al final del curso, hecha a desgana y sin demasiada convicción sobre su utilidad o pertinencia.
Se me escapaba o no aprovechaba lo suficiente el papel educativo que una evaluación formativa puede llegar a alcanzar.  No he entendido hasta hace muy poco que la principal tarea del profesorado no es transmitir una serie de conocimientos sino poner las bases para que sea el propio alumnado el que construya el suyo, y que es en esta construcción del conocimiento donde el papel de la evaluación se convierte en esencial, ya que es en un entorno seguro en el que el alumnado pueda equivocarse y con la ayuda del profesorado y de los demás alumnos se le posibilite aprender de sus equivocaciomes cuantas veces sea necesario donde se produce el aprendizaje profundo y verdadero.
Todavía recuerdo con vergüenza que fue hace tan solo tres cursos cuando Carmen Portillo, una alumna del máster masele en el que imparto clases, me dijo que iba a hacer un trabajo de fin de máster sobre rúbricas de evaluación de la competencia escrita en ELE, y cuando al tener que preguntarle qué significaba la palabra rúbrica, fui consciente de lo poco que sabía y me había preocupado acerca de la evaluación. No me sirve de consuelo saber que en el máster en el que imparto clase, Masele, no hay todavía ninguna asignatura que tenga como centro la evaluación. 
En definitiva, que hasta hace muy poco era lo que Paula calificaría como profesor tradicional en su prueba sobre tipo de profesores según cómo evalúan que recomiendo tomar a todo docente, aunque solo sea para ser consciente de las posibilidades de evaluación que Paula ha considerado:
Una de las ideas centrales de la tesis de Paula es que para ser un buen docente de ELE hay que llevar a cabo un evaluación auténtica como la que describe en esta presentación pps del taller que presentó en los encuentros prácticos de ELE de Barcelona hace casi dos años y que desarrolla magistralmente en su tesis:
Solo a través de una evaluación auténtica será posible ser un excelente docente de ELE.
Podéis seguir a Paula en
una plataforma en la que le gusta difundir enlaces de interés que no son solo de ELE sino de educación, innovación, lenguas extranjeras, etc. En definitiva, recomiendo todo lo que hace Paula. Espero que aprendáis con ella y con su directora de tesis Concha Báez tanto como he aprendido yo.
Aquí tenéis una foto de los miembros del tribunal de la tesis de Paula en su función evaluadora del excelente trabajo de Paula: Peter Slagter, Graciela Vázquez y Ana Fernández Soneira

Friday, August 22, 2014

Reflexión sobre mi nueva forma de enfrentar la docencia de la asignatura de lingüística de primero de Filología

Introducción:

En abril de 2013, en medio del cuatrimestre y cuando quedaba poco más de un mes de clase teniendo en cuenta que por medio estaban la Semana Santa y la Feria, decidí cambiar de forma radical mi manera de impartir docencia en la asignatura obligatoria de primero de Filología de la Universidad de Sevilla, Lingüística, de seis créditos e impartida normalmente en el segundo cuatrimestre, para adecuarla más a una nueva metodología que llevaba probando en mis asignaturas del máster Masele desde un par de años antes puesto que la encontraba más enriquecedora. Sin embargo, no me había atrevido a implementarla en primero fundamentalmente por mi incapacidad de liberarme enteramente de la visión tradicional del docente como transmisor del conocimiento, y también por los condicionamientos del elevado número de alumnos, de la extensión del contenido de la materia de introducción a la lingüística y por qué no decirlo por no confiar en que el alumnado de primero pudiera estar a la altura de una metodología que requería un aprendizaje más autónomo y mayor nivel de compromiso. En el encuentro EABE 13 de Algeciras al que acababa de asistir había descubierto que lo que yo intentaba en las clases de máster no era solo una cosa mía sino que tenía incluso un nombre, aunque quizás poco afortunado: flipped classroom o clases al revés (o flipclass como han propuesto llamarlo ahora en español). Con el apoyo de la comunidad “flippedeabe” me animé a convertirme de la noche a la mañana en un profesor enteramente “flipado”, y a pesar del enorme esfuerzo y de las dificultades que he tenido que superar estoy extraordinariamente satisfecho con la transformación y animo a otros docentes a que den el paso pues estoy seguro de que no se arrepentirán.

Para mí lo esencial de esta metodología es el reconocimiento por parte del docente de que para facilitar el aprendizaje los verdaderos protagonistas del proceso de enseñanza-aprendizaje tienen que ser los alumnos y alumnas en una colaboración y diálogo permanente entre ellos mismos y el profesor, además del uso de los recursos disponibles para que tanto fuera del aula como en el aula cada alumno o alumna pueda llegar a convertirse en responsable de la construcción de su propio conocimiento de la materia de una forma dinámica, autónoma y activa. La labor del profesor es guiar y facilitar este proceso creando las condiciones adecuadas para que se produzca. Algo nada fácil y desde luego bastante más trabajoso que la enseñanza tradicional centrada en el contenido y el profesor.

En el curso 2012/2013 ese cambio en la mitad del cuatrimestre tuvo la virtud de transformar a mejor una docencia en la que ni yo mismo terminaba de encontrarme a gusto quizás por la creciente distancia de edad o generacional con mi alumnado que impedía que lo que yo intentaba hacer tuviese el efecto deseado. Uno de los alumnos del grupo tres de Estudios Ingleses señaló en su portafolios que el giro dado a la forma de impartir las clases había convertido un curso monótono y aburrido por la escasa participación del alumnado en algo mucho más enriquecedor para todos. El último día de clase en el grupo uno de Estudios Ingleses recibí incluso un aplauso espontáneo como despedida por parte del alumnado, algo que nunca antes me había pasado, y que difícilmente olvidaré. Sin embargo, en el que mejor funcionó la transformación fue en el grupo uno de hispánicas pues algunas de las presentaciones del alumnado fueron espectaculares.

En el curso 2013/2014 que acaba en septiembre con los exámenes de recuperación, esta nueva forma de enseñar me ha enriquecido enormemente, pero al mismo tiempo ha hecho que en el grupo uno de Filología Hispánica haya recibido la primera protesta de mi carrera docente por parte del alumnado al director del departamento e incluso el boicot a una de las sesiones de clase por parte de gran parte del alumnado de ese grupo, tras rechazar yo la petición de la mayoría de volver a un sistema tradicional en el que les dictara las clases, como se suele decir en castellano. Afortunadamente, con ayuda de mi director y del alumnado logré reconducir la situación sin renunciar a la esencia de mi nuevo acercamiento a la docencia, y aprendí una de las lecciones más importantes que pueden ser aprendidas, que el choque emocional que este tipo de cambios conlleva es enorme y que el componente afectivo es el elemento central que hay que cuidar al máximo para que cualquier metodología docente pueda tener éxito.

En cambio, en el otro grupo de Filolgía Hispánica, el grupo 3, recibí una respuesta entusiasta ante la nueva forma de llevar la asignatura por parte de casi todo el alumnado desde el primer día de clase hasta el último, con un gran número de alumnos apuntados a varios proyectos cuando solo era obligatorio llevar a cabo uno. En el grupo de Estudios Ingleses el resultado ha sido satisfactorio e intermedio entre los dos grupos de Hispánicas. Así que puedo estar moderadamente satisfecho, pero con ideas claras sobre lo que debo mejorar.


Antecedentes:

Mis clases nunca habían sido tradicionales. Siempre había buscado la mayor participación posible por parte del alumnado. Esto me lo ha recordado una alumna Erasmus italiana en un email que he recibido hace unos días en pleno agosto y que reproduzco parcialmente:

“Estimado Profesor Mora, 

Soy XX, ex-estudiante erasmus en la Universidad de Sevilla durante el semestre Febrero-Julio 2011. Hice un examen de lingüística general con usted. A distancia de años y después de varias experiencias al extranjero, sigo considerando su metodo de enseñanza, basado sobre la interacción entre profesor y alumnos y la participación activa de los estudiantes, el más eficaz y el más interesante que he tenido la fortuna de probar durante mi carrera.” 

O sea, que yo, que a lo que he dedicado más tiempo ha sido a la docencia pues es mi pasión y vocación, he intentado desde siempre que mis alumnos participaran y que aprendieran de una forma activa “haciendo lingüística” como proclamaba en los proyectos docentes de la asignatura año tras año. Mi alumnado tenía que escribir un breve ensayo casi cada semana, plantearse estudios de caso, resolver problemas con datos de lenguas diversas, ver vídeos y comentarlos, leer y examinarse de libros a veces escribiendo una reseña e intervenir en debates. También tenían que participar en proyectos de recogida de datos lingüísticos que les obligaban a estar atentos y alerta a la naturaleza cambiante del lenguaje, a los lapsus linguae, a las noticias de los medios y a los prejuicios lingüísticos y opcionalmente incluso llevar a cabo un trabajo de investigación. Desde hace muchos años intento empezar cada clase planteando una pregunta que tienen que responder primero en parejas y cuya puesta en común me servía para construir el contenido que quería transmitir en clase a través de un diálogo con el alumnado. Además, la nota no se basaba únicamente en el examen sino que las otras actividades contaban entre el 40% y el 70% de la calificación final pues tenía establecido lo que denomino un sistema de evaluación en forma de acordeón con una serie de actividades obligatorias que contaban hasta un 40% de la nota y otras opcionales para los más interesados e involucrados en la asignatura que podían llegar a contar hasta un 70% de la nota y que posibilitaba una adaptación de la asignatura al interés y las necesidades de cada alumno.

En definitiva, intentaba crear un entorno rico en el que se facilitaba el aprendizaje a través de actividades diversas que yo consideraba formativas y que consideraba que podían despertar el interés.


Revolución o clases al revés:

En qué ha consistido pues la revolución?

He mantenido las cosas que me funcionaban como los ensayos semanales y los debates. He perfeccionado lo de plantear preguntas atractivas e intrigantes al inicio de las clases para tratar en parejas y he animado a los alumnos a hacer lo mismo en sus presentaciones. Es algo que recomiendo a todo docente, incluso a los más tradicionales que lo basan casi todo en la lección magistral. Una pregunta bien planteada y una reflexión en pareja o en grupos al principio de clase pueden hacer que la lección sea mucho mejor recibida y permite a todo el alumnado un momento de participación más activa. Abrí los proyectos de recogida de datos a ser publicados en twitter además de en la plataforma de enseñanza cerrada que nos proporciona la universidad. Realizamos entre todos cinco proyectos de recogida de datos y ejemplos aunque con un éxito tan solo parcial. Es algo que tengo que mejorar. Establecí como obligatorio un gran proyecto para todo el cuatrimestre que se debía realizar en grupos. Ofrecí varias opciones como crear una lengua artificial, con mucho más éxito del que yo pensaba que podría tener, usar las redes sociales para la revitalización de una lengua amenazada, el tu’un savi o lengua mixteca de México, el proyecto de periodistas/historiadores que recogieran todo lo acontecido en torno a la asignatura, el proyecto sobre la lengua de signos española, o la lengua rumana o el chino mandarín. También di la opción a los alumnos de crear su propio proyecto o simplemente de elegir uno de los temas de la asignatura y convertirse en los expertos del mismo para enseñárselo a sus compañeros, pero siempre de una forma dinámica y participativa. Los proyectos son lo que mejor ha funcionado de la asignatura, junto con los debates en clase, que a diferencia de los debates de mi etapa anterior como docente no eran dirigidos por mí sino organizados y dirigidos por los alumnos, con mucho mayor éxito.

La gran revolución ha consistido en que he intervenido en clase lo menos posible y siempre en respuesta a las preguntas de los alumnos a los que he responsabilizado del aprendizaje del contenido conceptual de la materia facilitando ese aprendizaje por medio de un acercamiento práctico a través de los proyectos, las presentaciones en clase de los mismos, la resolución de problemas y la redacción de ensayos que les permitiera aprender casi sin darse cuenta. Las clases de las que he salido más satisfecho han sido precisamente aquellas en las que he tenido que intervenir menos. 

También he usado las redes sociales como twitter para comunicarme con mis alumnos, plantearles desafíos e incluso intentar definiciones de conceptos básicos en 140 caracteres o como las comunidades de google plus que hemos creado para algunos de los proyectos. Nos han permitido una interacción más fluida y abierta que la proporcionada por la plataforma Blackboard, que he usado fundamentalmente para subir contenido, asignar tareas y para foros de discusión donde el alumnado tenía que escribir comentarios y reflexiones sobre sus propias presentaciones y las de los demás.


Ventajas de la metodología de las clases al revés:

Qué ventajas tiene dejar de ser el centro o principal foco de atención de la clase? Aparte de la presión que supone tener que ser siempre el protagonista y del desgaste psicológico que puede conllevar cuando las cosas no van bien, en mi opinión, fuente principal del malestar del docente que a tantas bajas laborales conduce, lo mejor ha sido que por primera vez he podido ser testigo de los procesos que tienen lugar en el aula y sobre todo he podido conocer mejor al alumnado. Cuando uno tiene que estar en una “performance” permanente para enseñar al modo tradicional, no le queda tiempo más que para monitorizarse a sí mismo y para asegurarse de que todo salga bien, sin tiempo para ser verdaderamente consciente de lo que pasa o de quién tienes a tu alrededor.

Otra gran ventaja es que al ser un método centrado fundamentalmente en el aprendizaje del discente necesariamente se adaptará mejor a las necesidades de cada alumno. En el método tradicional el docente tiene que hacer encajes de bolillos para adaptar su narrativa a un estudiante de nivel medio que realmente no existe, dejando atrás a los estudiantes menos avanzados y resultando monótono para los más avanzados. Con las clases al revés, al construir cada estudiante su propia narrativa y generar un discurso propio, la adaptación a la realidad y necesidades de cada alumno será necesariamente más adecuada.

El otro gran logro de la revolución han sido los productos generados por mis estudiantes en forma de revistas, blogs, ensayos, presentaciones ppt o prezi, trabajos de investigación, lenguas artificiales y sobre todo los portafolios. La gran innovación ha sido sin duda la evaluación por medio de portafolios que me ha abierto los ojos a una nueva forma de evaluar que no es eminentemente sumativa como el examen sino sobre todo reflexiva y formativa.

Esta es la otra gran ventaja de las clases al revés. Permite al docente centrarse en la evaluación formativa separándola de la injusta y clasificadora evaluación sumativa, que al ser una motivación extrínseca puede dañar la motivación intrínseca que todo docente debe cultivar en su alumnado.

No obstante, para mí, la gran ventaja de este método es que permite más fácilmente que se produzca la transformación necesaria para que haya verdadero aprendizaje. Lo explico con un ejemplo. Desde siempre he intentado que mi alumnado sea consciente de que la sociedad mantiene numerosos prejuicios e ideas sobre el lenguaje que los lingüistas consideramos equivocadas. En mis clases más tradicionales tenía la sensación de que al acabar mi asignatura la gran mayoría del alumnado seguía con esos prejuicios y las mismas convicciones que tenían al inicio del curso. Con las clases al revés, creo que estoy teniendo más éxito en cambiar el modelo mental y las ideas que traen sobre el lenguaje y las lenguas, pues son ellos mismos quienes construyen su conocimiento guiados por mí, con lo que resulta más factible que al confrontarlos con los datos y los resultados obtenidos por los lingüistas desechen los modelos mentales con los que habían venido funcionando y generen una nueva visión de los fenómenos lingüísticos mucho más acorde con la visión de la ciencia lingüística.


Perfeccionando el método

Las mejoras que pienso introducir para el curso que viene pasan por intentar explicar mejor la nueva metodología a los alumnos al inicio del curso, por intentar saber más sobre ellos, por darles mayor control y más participación y por dar mejores instrucciones sobre cómo llevar a cabo los proyectos. Así por ejemplo en el primer cuatrimestre voy a participar junto a otros colegas en un proyecto de innovación docente que consiste en crear un tutorial sobre cómo crear una lengua artificial que espero que esté listo para el inicio de mis clases en el segundo cuatrimestre. Es este proyecto de creación de una lengua artificial y de la sociedad y cultura asociadas un proyecto que podría llevarse a cabo como proyecto integrado en otros niveles educativos no solo por parte de los profesores de lengua sino por los de las otras ciencias sociales. Es una idea que lanzo para ver si alguien además de  +Joaquín J. Martínez Sánchez que va a colaborar en el proyecto se anima a recogerla y llevarla a cabo en su centro.

Intentaré llegar a un acuerdo con los alumnos para que aquellos que se comprometan a venir siempre a clase y llevar a cabo el mínimo de actividades obligatorias establecido puedan ser evaluados únicamente a través del portafolios y que al examen final solo tengan que ir quienes no hayan venido regularmente a clase, quienes no hayan dado la talla en el portafolios que refleja el trabajo continuo, quienes quieran subir nota o aquellos que quisieran aspirar a matrícula de honor. 

Algo que tengo que afinar es determinar el mínimo de tareas obligatorias para todos para que se ajuste al número de créditos y horas de trabajo de la asignatura. Creo que puedo hacerlo ampliando la opcionalidad de algunas de las actividades con lo que al mismo tiempo aumento el control del alumnado sobre su propio aprendizaje. Tendré que repetirme una y otra vez, para que no se me olvide, que mi asignatura no es la única que tienen y que para el alumnado al que interesa más la literatura ni siquiera tiene que ser la más importante.

Algo que no sé si me será factible hacer ya que entre los tres grupos de la asignatura cuento con un total de entre 150 y 200 alumnos sería dar mejor feedback al alumnado tras la realización de las tareas. Ahora me limito a hacerlo de forma grupal pues me resulta imposible leer los más de cien ensayos que recibo semanalmente a través de la plataforma. He leído detenidamente y evaluado los 130 portafolios que me han entregado este año, pero no he tenido tiempo de dar demasiado feedback individualizado. Dado el elevado número de alumnos, no sé si algún curso conseguiré mejorar esto. Me encantaría instaurar un sistema de evaluación de pares de los ensayos, pero no sé si lo lograré.

También intentaré grabar vídeos con mis explicaciones y visión de los temas y conceptos fundamentales de la materia, no porque considere que sea imprescindible, ya que existe excelente material publicado y en Internet sino por acallar algunas críticas y porque la tecnología lo permite. Voy a dedicar el primer cuatrimestre del curso que entra a ello. El primer cuatrimestre del curso pasado lo pasé en la Universidad de Vigo con +Inmaculada Báez Montero grabando videos para mi asignatura de máster sobre factores interculturales en la enseñanza de español que me vinieron bastante bien, aunque todavía no tengo claro qué formato ni tipo de vídeos es el mejor.


Conclusión e idea central:

A pesar de considerar que la metodología docente de las clases al revés es superior a la tradicional centrada en el contenido y en el profesor, lo esencial no es la metodología, pues con la tradicional todos hemos tenido grandes profesores que nos han motivado y han logrado sacar de nosotros lo mejor ayudando a convertirnos en lo que somos. El elemento esencial es como he señalado más arriba el factor humano y el componente afectivo. Todo profesor que quiera ser un profesor excelente tiene que tener como principal cualidad una plena confianza en las capacidad de su alumnado de aprender y un entusiasmo y pasión por su materia contagiosos y un dominio de su campo y capacidad de ponerse en el lugar del Otro que le permita acercar la materia al alumnado y transformar y enriquecer de forma notable a la inmensa mayoría de sus estudiantes. A esa excelencia es a la que aspiro y a la que animo a todo docente a aspirar, aunque sea un reto muy difícil de alcanzar. Pero si la alcanzamos, lograremos transformar el mundo. Solo por ello vale la pena intentarlo.

A las aulas!  Acción!


Publicado en la comunidad google plus #flippedeabe:

https://plus.google.com/105301801987386613113/posts/6VZg3qhxNvQ

Sunday, June 1, 2014

Interculturalidad en el aula de ELE

Estimado  senor : Juan Pablo Mora
    Soy XXXXX! profesora de espanol en la universidad de XXXX. en Argelia. En realidad he visto su video   en el internet sobre la interculturalidad en el  aula de ELE y en realidad yo preparo mi tesina doctoral sobre  la integracion del enfoque intercultural en el aula de ELE.  Por eso se envio este mensaje para solicitar una ayuda si es posible de enviarme enlaces ,O titulos de libros o citas de congresos en espana que tienen relacion con el tema. Espero su respuesta con impaciencia. Le agradezco muchisimo.


Thursday, January 2, 2014

Apuntes autobiográficos relacionados con el sexismo lingüístico


La verdad es que no recuerdo la primera vez que me topé con la cuestión del sexismo en el lenguaje. Cuando fui al colegio, durante los 70 del siglo XX, el desdoblamiento de género solo se usaba en contextos corteses como “señoras y señores”, y supongo que por lo menos en nuestro país habría poca gente preocupada por un tema, el del sexismo en el lenguaje, que empezaba a despuntar a raíz de las reivindicaciones de igualdad de derechos para hombres y mujeres de la década de los 60, sobre todo en el mundo de habla inglesa, aunque no tardaría mucho en extenderse a otros países. Lo que sí recuerdo vívidamente es que en clase de filosofía en tercero de lo que entonces se llamaba BUP, equivalente a lo que ahora sería primero de bachillerato, con 16 o 17 años, me molestó profundamente que un día en clase el profesor nos llamara a la pizarra para un ejercicio diciendo: “¡la siguiente… a la pizarra!”.  Se llevó así toda la clase. Hay que entender el contexto pues se trataba de un colegio religioso, de la orden de los salesianos, donde solo admitían alumnos varones, excepto en el COU (curso de orientación universitaria) que era mixto.  Así pues, éramos todos chicos a los que el profesor iba llamando uno a uno: ¡la siguiente … a la pizarra! No sé si mis otros compañeros sintieron lo mismo que yo, pues no lo comenté con nadie, pero yo sentía estupefacción y rabia por ser llamado con una palabra en femenino. No entendía por qué usaba el femenino si éramos todos chicos. Era la primera vez en mi vida que era consciente de  que se usara el femenino para referirse a mí, un varón. Y la verdad es que no me gustó nada. Al final de la clase el profesor aclaró el motivo de su uso lingüístico. En la última llamada dijo: “¡la siguiente… a la pizarra!” y añadió, “persona…, quiero decir”. Así quedó aclarado que el uso que había hecho el profesor toda la clase estaba regido, al menos en su mente,  por la concordancia sintáctica en femenino con “persona” que es una palabra femenina de significado genérico que se refiere tanto a hombres como a mujeres. El profesor había estado provocándonos toda la clase. La pena es que, según lo recuerdo yo, no hubo ningún debate en clase ni comentario posterior sobre este incidente.
Lo que sí es verdad es que yo, al igual que todos los varones de mi época, crecimos en un mundo en el que la óptica de varón era dominante. Todas las profesiones de prestigio y los centros de poder estaban dominados por los hombres. Las palabras masculinas que se referían a varones eran las usadas para referirse también a todos los seres humanos a través del masculino genérico. Incluso el DRAE, diccionario de la Real Academia, estaba escrito de forma que lo normal y natural era ser varón y que el mundo se viera desde la óptica del varón, como puso de manifiesto Álvaro García Messeguer en su libro de 1976 Lenguaje y Discriminación Sexual.  La historia, la filosofía, la literatura, la lingüística, estaban dominadas por visiones masculinas y los autores de referencia eran casi todos varones. Incluso en la canción emblemática de la transición española y número 1 en 1976, Libertad sin ira, del grupo Jarcha se hacía patente esta óptica de varón, como señala García Meseguer, citado también por Ignacio Bosque en su informe: “Gente que solo busca su pan, su hembra, su fiesta en paz”
Como he comentado en otra entrada de este blog, mi interés por este tema del empezó en los primeros años de los 90 tras asistir en la Universidad de Indiana a una clase de Douglas Hofstadter (the manwho would teach machines to think, según un reciente artículo en la revista TheAtlantic)  donde los numerosos ejemplos de sexismo manifiesto, sobre todo en inglés, me convencieron de la realidad del sexismo en las lenguas. El ejemplo que terminó por inclinar la balanza definitivamente, aparte del hecho de que en más del 90 por ciento de las lenguas que tienen masculino y femenino sea el masculino el que se usa como genérico, es el de la palabra “padres” del español, una palabra tan cercana y tan familiar, que normalmente se refiere a las dos personas más importantes en los primeros años de nuestras vidas, pero que también se puede usar para designar a un conjunto de padres varones.  Que para englobar una realidad tan vital para cada uno de nosotros como el conjunto padre y madre la lengua española haya optado por el término “padres” da idea de lo arraigados que están la óptica de varón y el sexismo en nuestro sistema lingüístico.
Cuando volví de estudiar de EEUU, estando de profesor asociado en la recién creada Universidad de Huelva, participé en una comisión encargada de redactar la normativa de funcionamiento interno del departamento de Filología Inglesa al que pertenecía. En el intento de redactar esa normativa sin vestigios de sexismo en el lenguaje es cuando me di cuenta que tal tarea era imposible  y que las propuestas de usos no sexista del lenguaje, si se aplican estrictamente, conducen a una escritura tan farragosa que es inoperante. En ese momento decidí que no me quedaba más remedio que hacer un uso consciente del masculino genérico, pese a estar convencido de que es una herramienta más que perpetúa la óptica de varón en la sociedad y la discriminación por motivos de sexo.

Otro acontecimiento relevante de mi relación con el sexismo lingüístico fue el nacimiento en febrero de 1994 de mi sobrina Belén. Durante todo el embarazo de mi hermana nos habíamos referido a Belén como “el niño”  que iba a tener mi hermana. Lo sorprendente fue que, en un rato en el hospital, el día en que ya había nacido y sabíamos que no era un niño sino una niña, pude contabilizar veinte usos de “niño” para referirse a ella. ¡Qué contraste con mi propia vida, pensé! Mi sobrina Belén va a tener que crecer en un mundo donde la mujer sigue siendo invisibilizada por el lenguaje. Tendrá que acostumbrarse a que se refieran a ella con el masculino en innumerables ocasiones y poco a poco interiorizará que lo normal, lo prestigioso, lo guay es ser varón. Que para la lengua en la que va a crecer lo femenino es lo marcado, lo idiosincrásico y excepcional, susceptible de ser usado peyorativamente. Recuerdo que me pregunté: ¿Servirá de algo que en algunos usos en lenguaje elaborado y monitorizado se esté empezando a usar cada vez más el desdoblamiento de género e incluso que unos pocos empiecen a usar el femenino como genérico? Esta es la pregunta cuya respuesta intentaré buscar en mi próxima entrada de este blog.